Y así como el cuerpo no es el mero revestimiento de piel que ordena huesos y órganos internos, sino una creencia forjada al hilo de interminables reflexiones, y sobre todo textualizaciones, otro tanto sucede con nuestras nociones de experiencia y vivencia a fines del milenio. El cuerpo textual se convierte en un cuerpo virtual y en esta transformación la televisión gana y pierde. Gana porque forma parte de la galaxia de lo intangible verdadero, pero pierde porque su rol de argamasa cultural se difumina y pasa a manos de nuevos engendros: las telecomputadoras, los juegos de simulación, los nuevos soportes digitales.