Estimado amigo: Mucho le agradezco sus líneas y el interés que despertó en usted la ciudad donde vivo. Explica muy bien en su carta, que las imágenes de la televisión en relación a la más reciente invasión norteamericana de 1989, le hizo recordar el olor a lejanía y embrujo que el nombre Panamá tenía para usted cuando jugaba de niño en el puerto de Hamburgo. Agradezco al amigo que le dio mi nombre y ahora con gusto intentaré responder a sus preguntas. Esta ciudad no fue plantada en este lugar porque la tierra era apta para la agricultura o ganadería, o por el buen clima o la existencia de yacimientos mineros. Las razones fueron muy diferentes. La metrópolis española irrumpe a partir de 1510 en el istmo ya habitado por 350 mil aborígenes, que defienden la madre tierra con su vida, y progresivamente toma posesión de partes de este istmo que desde las edades precolombinas fungía y ostentaba su vocación de camino entre regiones y culturas.