Desde Lenin ha sido tradicional considerar que el sindicato debería ser una pura traducción del partido político en el terreno laboral, una mera correa de transmisión. Desde otra perspectiva, en cambio, se ha pretendido que no debería haber ninguna relación entre el sindicato y el partido político. Sería el propio sindicato el encargado de ofrecer alternativas políticas y sociales al conjunto de la clase.
En este artículo se subraya que la perspectiva leninista contiene un punto importante de verdad: sin un entendimiento entre el sindicato y el partido (o, mejor, entre los sindicatos y los partidos de izquierda) no es fácil pensar en un progreso hacia el socialismo. Pero la solución leninista es una mala solución, ya que frente a la posibilidad de una clase obrera corporativizada - carente de voluntad de hegemonía en el tejido social - ofrece la falsa alternativa de una clase obrera instrumentalizada por una estrecha capa de intelectuales y dirigentes políticos.
Como alternativa realista se propone reconocer que las relaciones entre la clase obrera y sus dirigentes políticos están condenadas a ser siempre conflictivas, que esa conflictividad debe por tanto aceptarse y buscar formas en que se encauce políticamente, y que no tiene sentido negarla en forma alguna (pretendiendo eliminar los partidos políticos o convertir a los sindicatos en puras correas de transmisión).