Las relaciones entre el movimiento feminista y el movimiento socialista se han visto entenebrecidas por un complejo edípico mal resuelto", afirma el autor, demostrando que la tendencia de las feministas a exigir de los partidos de izquierda la deseable condición de partidos feministas "es puro idealismo" e idealización. Critica al movimiento obrero y a los partidos socialistas su pretensión de arrastrar al movimiento feminista, poniendo de relieve la connotación cavernícola del verbo. Con variados argumentos demuestra que "el movimiento obrero debe conquistar la hegemonía sobre el movimiento feminista, para lo cual debe asumir las reivindicaciones de éste". Esto no puede ser un proceso mecánico sino de "reforma intelectual y moral", es decir, de refundación de ambos movimientos, pues también el movimiento feminista asumirá las reivindicaciones del movimiento obrero, no con vistas a una hegemonía que se reduzca a un mero fenómeno ideológico sino que se sustente económicamente en un nuevo modo de producción.