Es cada vez más evidente que los procesos de integración no pueden ser entendidos sólo como esfuerzos que se dinamizan en el ámbito económico. Tal aproximación resulta fragmentaria del quehacer de las sociedades y los individuos. Puede optarse por colocar la mayor energía en el desarrollo de instrumentos económicos, pero éstos no son suficientes para producir un proceso que implica cambios en la estructura de una sociedad o una región. "El proceso de integración es un fenómeno social, que se produce en situaciones concretas y que, en consecuencia, beneficia o perjudica a intereses económicos y políticos específicos. Más aún, la integración económica no surge en forma espontánea en cualquier marco económico, sino que es promovida por realidades económicas específicas y estructurada por actores socioeconómicos y políticos, para obtener objetivos particulares o proteger determinados intereses". (Vaitsós, 1978).