摘要:Planteamos que el ciudadano nacional no solo se produce desde el centro político, desde el orden discursivo de índole nacional sino, especialmente, desde su devenir cotidiano, desde su quehacer silencioso y menor que implican sus prácticas, donde ellos co-fabrican sentidos nacionales desde los simbolismos y materialidades presentes en sus respectivos territorios.Mecanismos locales que dialogan con la escala nacional como la educación, el espacio doméstico (hogar) y espacio público, banderas, murales y ceremonias se despliegan mediados por sus propias trayectorias culturales.Tomando el caso de Chile Chico (Aysén, Chile), que se encuentra a solo 14 kilómetros de Los Antiguos (Santa Cruz, Argentina) constatamos que allí se desenvuelve un habitar fronterizo que proyecta rasgos tanto de índole nacionalista como otros que rebasan lo nacional para llegar a comprenderse como un espacio de memoria común.Así, los ciudadanos, desde sus geografías menores y cotidianas, se tornan tanto agentes geopolíticos que producen y rehacen el sentido comunitario y de pertenencia a la nación como, a su vez, en agentes de una memoria que pone en valor un devenir que les pertenecía incluso antes que llegará la nación y sus límites.
其他摘要:In the following paper we develop the idea that the national citizen is not only formed from the political center of the nation. The concept of the nation is produced and reproduced through daily practices of the everyday, through citizens’ engagements with the symbols and materialities of their surrounding territories. The local and the national are brought into dialogue in the context of educational, domestic (home) and public spaces, where things like flags, street art and commemorative ceremonies are engaged through their own cultural trajectories. Citizens living in the border town of Chile Chico (Aysén, Chile), which is only 14 kilometers away from Los Antiguos (Santa Cruz, Argentina), identify with aspects of the nation, as well as sharing spaces of common memory that go beyond the national level. Through these acts, citizens, in their minor and daily geographies, become both geopolitical agents that produce and reproduce a sense of belonging to the nation, as well as agents whose memory has given value to their own forthcoming, even before the nation and its borders had arrived.